¿Y por qué no?
Esta es una de las respuestas que siempre he dado. Empecé mis estudios de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid en el 2008, a pesar de que todo el mundo me decía que no tenía salidas, que iba a acabar de profesora, que para qué servía y un largo etcétera que muchos colegas míos de profesión (y seguro los que me estén leyendo) le es muy familiar.
Sin embargo, soy una persona con las ideas muy claras y he sabido desde el primer momento a lo que me quería dedicar: ser profesora en la universidad. Por supuesto, esto puede resultar otra idea descabellada debido a la dificultad para acceder a los estudios de doctorado y no solo eso, cuando terminas tener la suerte (porque no es otra cosa que suerte) de conseguir una maravillosa plaza con tu nombre (aunque sea en un Post-It amarillo).
Siempre me ha fascinado el ser humano, pero no he tenido vocación para dedicarme a la medicina, aunque eso no fue un problema. Di el salto al mundo de la antropología cuando estaba en cuarto de carrera y conocí a uno de los mejores profesores que he tenido en toda la carrera quien impartía Origen y Evolución del Hombre. No sólo era (y es) buen profesor por cómo tenía organizadas sus clases, sino porque dominaba la materia y aparte te enseñaba otras cosas como: hacerse respetar sin tener que humillar a ningún alumno, ser humilde y reconocer que el profesor también puede aprender de sus alumnos y ser exigente y esperar que sus estudiantes respondan de la misma forma.
Desde el primer momento fui atrapada sin remedio (ni resistencia para qué engañarnos) en esta especialidad y quería saber más y más. Hoy en día, después de cuatro años, sigo aprendiendo cosas nuevas y no dejo de asombrarme.
Por ahora no he conseguido iniciar mis estudios de doctorado pero mi pasión por la enseñanza de la Biología no me la quita nadie y como siempre he hecho: luchar por lo que quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario